domingo, 11 de noviembre de 2007

El film sobre el primer presidente indígena se estrenó hace dos semanas. En los últimos días, la prensa Boliviana lo anunciaba como una de las películas más vistas. A pesar de todas sus falencias, Evo pueblo despierta curiosidad. Cuando se estrenó la película y la prensa quiso preguntar la opinión de críticos y conocedores de cine, estos uyeron, como diciendo: "no me pidas que opine, por favor." Gesto significativo: o hay una falta total de crítica en el ambiente cinéfilo de Bolivia o este gesto es, justamente, la crítica más despiadad y que se merece Evo pueblo. Puede ser que haya algo de lo primero, pero me inclino más a creer que lo segundo es más cercano a la realidad.
Ni obra de arte ni panfleto. La película no se salva por ningún lado. Hay una carencia demasiado grande en la calidad de las actuaciones. Momentos en los que la dramatización es excesiva. Otros, en cambio, una frialdad risible. En cualquiera de los casos, los personajes se vuelven inverosímiles. El problema quizá surge desde el casting. Se prefirió actores con gran similitud física a Evo en detrimento de su calidad actoral.
Otro problema: el guión. Al parecer la película quiere contar la historia de un niño campesino boliviano que llega a ser presidente. Hacer una ficción con gran base en lo real. Sin duda, hay material para construir una obra interesante. Pero la película falla al querer camuflar un panfleto político con artilugios de complejidad estructural, como si se quisiera demostrar que no hay una posición previa ante el personaje, construyéndolo redondo (ni villano ni héroe, o las dos cosas). Entonces hay escenas que muestran a un Evo que, a pesar de todas las dificultades que debe sufrir un indio en la sociedad bolivian, se supera y triunfa. Pero...todo está tratado casi como una telenovela mexicana o como un libro de superación personal. Y después, con una insitencia no muy comprensible, se muestras escenas en las que Evo no queda muy bien parado (emborrachándose, obligando a las mujeres a entrar en los lugares donde funcionaban los sindicatos, etc.).
A pesar de las posibilidades de la historia, Evo pueblo es ua mala pelícual. En ella, salvo algunos momentos de la fotografía, no hay nada estético. Y si la intención fue crear un panfleto político tampoco creo que termine funcionando bien, lamentablemente para quienes queremos que el proceso de Bolivia funcione.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Señores y señoras, caminates y sedentarios, amigos de caminates y simples curiosos, me parece que este blog está demasiado frío. Se congela. Es necesario inyectarle algo. Emoción! Emoción! Exáctamente. Pero hablo de la emoción de los corazones, no de otra cosa. No van a encontrar aún a damitas o señoritos desnudándose. No, todavía no. No se hagan ilusiones.
De lo que hablo es de abrir un espacio para los afectos que nacen en el camino. Abrir un espacio para que los amigos, los entrañables, se miren y quizá también se saluden. Porque no hay como viajar para construir amistades fuertes, creo yo. Y después uno tiene que despedirse y no volver a verlos. En es sentido el caminate es, como dice mi amigo Ludo, un despiadado. Sino, no podría partir. Pero también es un romántico. Los afectos le dejan huellas profundas en su alma, se enamora.
Pero el espacio también es para aquellos que no se conocen, para que se abra una posibilidad de se conozcan, se ncuentren, viajen.
Bueno, sin más preámbulos, damos paso a la primera víctima: el señor Nelson Pimentel. Y para hablarles un poco de él, paso a mostrales la entrada a su casita:

Y su casita:




No mentira. Es una broma. Mi amigo Nelson debe estar que me mata. En realidad no es su casita. Es su lugar de trabajo: el Centro Cultural Simón Patiño que queda en Cochabamba. Lindo el castillo, verdad? Este señor Patiño es un misterio. Lo que se sabe de él es que fue un potentado minero (el rey del estaño le decían) que construyó este castillito que nunca llegó a habitar. Se murió antes de, el pobre. Pero, qué relación tuvo este millonario con la cultura? No lo sabemos. El caso es que ahora su castillo es un centro cultural. Entre otras cosas, hay museo, biblioteca y un archivo de música boliviana. Y es en este último departamento donde trabaja nuestro gran cuate, Nelson Pimentel.
Pero ya pasemos a conocerlo de una vez. Deben estar desesperados por verlo:



Aja! Ahí lo vemos en la entrada a su archivo. Allí es donde Nelson, que es antropólogo (y también poeta), se pasa todo el día organizando y archivando música boliviana. No será necesario contarles que allí hay verdaderos tesoros sonoros. Nelson me ha hecho escuchar algunos. El es un experto en eso.
Bueno, y ahora lo vamos a ver en el interior de su archivo:

Claro, aquí ya me está echando: "Ché, dejá de hacer públicas mis intimidades!" No mentira. También esto es una broma. Nelson es un caballero. Dueño de una gran hospitalidad. Por eso es fácil que nazcan afectos hacia él. Ojalá lo puedan conocer alún día, vale la pena. Quienes lo conocen lo saben.
Saludos!

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Vivir para poder morir

Quien viaja, viaja también hacia adentro. Quien camina, camina también hacia el misterio. Pero existe un punto a partir del cual nada hay que decir. Quizá porque el misterio no puede ser mostrado a través del decir. Quizá porque vivir el misterio y decirlo son dos cosas de naturaleza muy distinta y requieren del caminante estados de su espíritu irreconciliables. Como la muerte: solo es posible mirarla solo cuando ya no es posible mirar. Quizá el misterio es demasiado grande (más que una montaña, más que un mar) y el caminate apenas un caracol.

Entonces narrar la historia del viaje (y al decir narrar tengo la sensación también de decir propiamente viajar) es una tarea maravillosa e imposible. Es maravillosa por ser imposible. Y solo nos puede traer dolor y desesperación. Y, parafraseando a Hesse: "la desesperación es el resultado de cada intento de tomarse en serio la comprensión y la justificación de la vida del hombre. La desesperación es el resultado de pretender tomarse en serio la vida con todas sus bondades, la justicia y la razón y de cumplir con sus exigencias."
Quizá en el misterio no hay nada. Incluso, quizá no hay misterio. Más aún, da igual si hay o no misterio. Pero para llegar a mirar de esta forma es necesario viajar: vivir para poder morir.

lunes, 5 de noviembre de 2007

TIATACO: LOS MUERTOS BAILAN ENTRE LOS VIVOS

Occidente está sumido en una empresa irrisoria: vencer a la muerte. De ahí sus grandes compañías de seguros, su genética, sus clonaciones, sus quimioterapias y hasta sus analgésicos. Pero cualquier triunfo en ese sentido es un engaño. Y occidente, en el fondo, lo sabe. De allí su estress, sus espas, su sicoanálisis. Lamentablemente la muerte existe. Lamentablemente, es una fortaleza inexpugnable. Sino, hay que preguntarselo a un desierto.


Lo andino tiene una postura diferente: la muerte es algo con lo que se puede llegar a convivir. Porque para ellos la muerte no es una ruptura, no es un punto final, sino una etapa del ciclo incesante de la vida: es necesario morir, morirse, para volver a nacer. Hay un ejemplo clásico: la semilla que se siembra tiene que morir para nacer en una nueva planta, en una nueva vida. Antes de la llegada de los españoles se creía que los muertos iban al mundo de abajo, al Urkhu Pacha. En ese mundo subterráneo el ciclo de la vida (o de la muerte sería más exacto) era al revés: se nacía viejo y se moría joven para volver a nacer en el mundo de los vivos. Pero durante su travesía por la muerte no estaban totalmente desligados del mundo de los vivos. Cada año volvían a ver si su recuerdo perduraba. Y entonces comían, bailaban y bebían con los vivos. Los días en que volvían eran en los inicios de la lluvia (los ritos andinos están muy ligados al calendario agrícola): principios de noviembre.

Cuando los españoles llegaron fueron testigos de un ritual en el que los andinos desenterraban a sus muertos, les bestían contrajes de fiesta y bailaban con ellos para luego volverlos a enterrar con comida. Claro, los conquistadores no podían decir otra cosa que: ¡herejía!


Mastaku, la mesa donde se coloca comida y bebida para los muertos

Todos los santos, fiesta que se celebra el dos de noviembre en Bolivia, es una herencia en gran medida de esta tradición andina mezclada con rasgos de la religión católica. EL primero de noviembre se prepara una mesa (mastaku) llena de tantawawas (niñas de pan) y comida y bebida para las almas de los difuntos que llegan a medio día. Durante toda la noche reciben visitas de familiares o amigos que rezan o cantan. Al siguiente día, también a medio día se levanta la mesa y el difunto vuelve al mundo de los muertos (o cielo, según los católicos).


Pobladoras de Tiataco (un pueblito en el occidente del departamento de Cochabamba) bebiendo chicha

Es verdad que el mundo andino de hoy ya no es más el mundo andino de hace cinco siglos. Occidente se ha filtrado en él. En esa medida es muy posible que muchos andinos hayan empezado a vivir la angustia, vivan también tratando de espantar a la muerte a como de lugar, de no pensar en ella, de negarla, de olvidarla. Es que pensar la muerte desde occidente es angustioso: después de ella no hay nada. Pero queda aún un resquicio a través del cual los muertos pueden pasar a este mundo y, a pesar del pavor que genera lo sagrado, los vivos puedan mirales a los ojos. Ese resquicio es Todos los santos. Mientras dure, vale la pena bailar y comer y beber con los muertos.




sábado, 3 de noviembre de 2007

la mariposa

En un pueblito frio entre dos ciudades, el caracol creyó haber sentido a la luna como un aleteo y la buscó.Era la luna porque solo ella puede poner color a la soledad del caracol...
Desde entonces el caracol sabe que necesita volar: el gran viaje es más allá del mar.

domingo, 28 de octubre de 2007

sábado, 27 de octubre de 2007

Valle Grande

La cercanía a la tierra que se siente en Bolivia no se siente en otro lugar. Lo campesino forma un elemento importante de de esta sociedad, aunque les duela a los hijos de la modernidad. Puede llegar el internet y la telefonía celular, pero la piel de los cuerpo y de los pueblos como Valle Grande siguen y seguirán del color de la tierra.



sábado, 13 de octubre de 2007

Ecuentro guevarista

Hay una tendencia en casi todos los viajeros: preveer la senda que está más allá del horizonte. Esta tendencia se da incluso en los más contumaces. Pero el camino, si es auténtico, constantemente los desengaña. Cualquier senda dibujada de antemano no puede ser sino risible. Trazar el mapa creyendo que un viaje por América del Sur puede ser a través de uno y solo de un camino (el arte, por ejemplo) es un error. Las rutas en este continente se bifurcan hasta el infinito. Y siempre, en más de una de ellas, hay un ojo que nos guiña. Sin embargo uno puede prescindir de esta o de aquella, aunque sea por momentos, por tramos del camino. Pero hay una con la que casi es imposible hacerlo, una que no se borra, una que constantemente está frente a nuestro pasos, mostrándonos sus paisajes: la ruta política.
Hace más de cincuenta años partió de Córdoba uno de los viajeros más decididos de América del Sur: Ernesto Guevara de la Serna, Che. Pero entonces la razón del viaje era la medicina en cierta medida y sobre todo la aventura. Pero los paisajes llenos de rostros de injusticia, de exclusión de este continente transforman a quien tenga un mínimo de sensibilidad y la aventura se convierte en un compromiso por el otro.





viernes, 12 de octubre de 2007

Cerro Baúl

Al sur del Perú, cerca de la ciudad de Moquegua, hay un cerro que, según la tradición popular, está encantado. Por su particular forma muchos creen que es una contrucción humana, pero en realidad es una formación natural. El cerro sobresale, aislado, seisientos metros del valle. En su cima existe una meseta de 25 hectáreas donde probablemente se desarrollaron actos religiosos en la época preincásica.
Según la leyenda, a la media noche un toro sale y trota furioso sobre la meseta. El toro arrastra campanas de su cuello. Si alguien se encuentra allí a esa hora, será embestido hasta morir. Solo existe una posiblidad de salvarse. Y no es correr. Hacerlo sería un suicidio dado lo empinado del camino hacia la cima. La salvación es una mujer. Una mujer que nadie conoce y que nadie jamaás ha visto su rostro. Una mujer bestida de blanco. Quienes han logrado sobrevivir al toro cuentan que ella, al igual que el animal, surge de la nada, de lo oscuro. Que surge cantando y que no se ve su rostro, pero que se la puede adivinar de figura hermosa al ver su traje blanco agitándose con el viento. Y entonces el toro se transforma y se convierte en un animal sumiso que tuerce el lomo y que se va, seducido quizá por el canto o por el cuerpo de su dueña. Al final, se dice, se les ve desaparecer ella cabalgando la bestia ya sumisa.


El cerro Baúl de frente

El otro costado del cerro


El camino hacia la cima


La cima del cerro

jueves, 11 de octubre de 2007

El silencio de un grito

Nada más honesto que el desierto. Nada en él se muestra como una promesa. Uno mira larededor y no encuentra nada que se asemeje a un horizonte...


Cualquier punto o ninguno es un horizonte.. Ningún sonido, ni un solo ruido, ningún intento por comunicar algo....


En ningún otro lado el silencio adquiere ese aire de perversidad. Silencio absoluto y, sin embargo, no al oído pero si al alma le parece oir un grito:

"la muerte es la única verdad".



sábado, 29 de septiembre de 2007

jueves, 27 de septiembre de 2007

EL CARACOL Y LA LUNA


Una noche el caracol alzó la mirada al cielo y vio una luz. Con sus antenas bien atentas no tardó en comprender que se trataba de un rostro. Y le pareció el más hermoso de todos los que había visto, el más coqueto, el más sensual. Ese rostro era redondo y grande. Y parecía sonreírle y hacerle un guiño, como invitándole a jugar o bailar: era la luna.






El caracol sonrió y movió sus antenas de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. También en círculos. Encogió y expandió su cuerpo una y otra vez. Así jugó y bailó hasta altas horas de la noche. La luna, con una sonrisa divina, brillaba más y más al ver jugar y bailar al caracol. Y, como un globo, subía y subía en el cielo para mostrarse mejor.




Pero las nubes la vieron y también vieron al caracol y sintieron celos de su felicidad y miedo de que logre enamorar a la luna, la más bella. Y dispusieron sus ejércitos para secuestrarla. Armadas de bruma hasta los dientes, las nubes ocultaron a la luna y se la llevaron lejos del enamorado, por un camino que él no logró ver. Desesperado, fue a su casa y tomo lo más indispensable para vivir, lo puso sobre sus espaldas y se echó andar por tierras desconocidas, buscando a su a amada.



Desde entonces, el caracol no tiene casa en ningún lugar. Viaja de ciudad en ciudad con su casa siempre sobre sus espaldas. Pero viaja a la deriva. Cualquier punto es su horizonte. No sabe el camino que han tomado las nubes para llevarse a la luna, la más bella. Si alguien de usted la ha visto pasar y encuentra también al caracol, cuéntele hacia el camino que ha tomado la luna.





sábado, 22 de septiembre de 2007

La música del desierto

Aquí unas imágenes del camino entre Lima y Moquegua. Mientras las mirasn que les acompañe la única música del desierto: el silencio.